17 julio 2005

Las bombas discursivas

He notado que en determinadas circunstancias las conversaciones colapsan, incluso antes de comenzar.
Es como si existiesen algunos dispositivos discursivos dedicados a la destrucción de charlas. Algunos la aniquilan con el más sepulcral de los silencios, otros la consuelan con comentarios vacíos de interés... de simples desplazamientos de significantes.

Les muestro a qué me refiero:
Sujeto A: Che, sujeto B, contate algo...
Sujeto B: ... (silencio)

U otro caso:
Sujeto A: Che, sujeto B, ¿viste cómo está el clima?
Sujeto B: [insértese comentario que el sujeto B haya escuchado o no sobre el clima]... y la próxima vez que me digas sujeto B te lleno la cara de dedos.

Estos casos y otros que tal vez ustedes podrían enumerarme, marcan una ausencia de responsabilidad por parte de uno de los hablantes que desmotiva al otro para entablar una conversación. Son un ejemplo vivo de esto, las conversaciones con el remissero, o los micro-diálogos con compañeros de banco en la facultad, o con los compañeros de trabajo (¿cómo va la familia?, ¿te vas a algún lado de vacaciones?, ¿tenés pensado hacerte una lobotomía?).
Claro que no es lo mismo decir “contate algo”, a “qué estuviste haciendo este tiempo”, o algo así. Eso muestra un mínimo de participación, si bien no es más que la participación que indica interés por el discurso ajeno. Pero también hay matices en estas preguntas, que pueden actuar como falsas declaraciones de interés, pero detrás esconde un “QUE ME IMPORTA LO QUE DECÍS” tan grande que ni el emisor ni el receptor pueden ignorar, pero llevan la conversación adelante porque no queda otra... es como un jaque discursivo. Yo no puedo no responderte porque vos fingiste interés, y vos no podés no escuchar, porque expresaste interés. Ambos intentamos disfrazar nuestra falta de relevancia a lo que el otro dice.
De hecho, y ahora que lo pienso un poquitín más, detrás de casi cualquier comentario puede ocultarse el vacío de significado. Y si abrimos un poco la cabeza, caemos en la conclusión de que pensar que el lenguaje solo sirve efectivamente para transportar significados es algo un tanto dogmático.

Deliro... y pienso que todo diálogo tendido entre sujetos no es más que un “contate algo”, o una pregunta climática… a fin de cuentas, cuando terminamos nuestros días, todos los significados que acumulamos no nos son de mayor utilidad.
Que alguien venga y me cuente el sentido de la vida… yo estaré convencido de que nunca podré hallar el significado detrás de esos significantes.
Seguramente lo miraré a los ojos y le preguntaré si piensa que va a llover el jueves.

3 comentarios:

Ferdinand Mortnais dijo...

soy un triste experto en ese tipo de conversaciones.

Huan dijo...

Creo que todos lo somos...
...pero es solo una creencia... forma parte de mi creencia de que la vida es futil y de la ausencia de utilitarismos.
Algunos lo llaman nihilismo.
Yo nunca leí un libro al respecto.

the_blunderbuss dijo...

Y quizá el deber de considerar estuviera, en que tales comentarios acusados de vastos abismos, son mejores compañeros de viaje que arabescas erudiciones. Pues, y no deseo pues la fatiga me alcanza alargas más de lo indebido esta respuesta, ese tipo de conversación predefinida, ese aparente vaciamiento de individualidad en el discurso encierra maravillosas herramientas que son postes en un mundo muchas veces a tientas.

Y preguntar por el clima es una manera socialmente aceptable de agarrar el balde y empezar a quitar el agua del bote en una conversación herida por el proverbial iceberg. O quizá una ruidosa manera de asesinar los incómodos silencios con un diálogo pactado, con el insidioso acuerdo de no ir a ningún lado, pero por lo menos ir juntos. Porque detrás de una oración aparentemente vacía hay millares de horas de protocolo, last ditch effort para defender el fuerte y adelantar, que aunque los sabuesos de la quietud acechan la cruzada de levantar las armas y seguir en el mundo civil.

Y aunque acusado de escribir con presto movimiento estas palabras (adeudo un tratamiento igual de serio pero más coherente), quién podría evitar fantasear con la idea de aquellas frases vacías, castigadoras de los trasgos del infortunio, guardianas de las puertas del vacío....o eso, o la verdad que nos quedamos muy pobres a la hora de cantar una prosa.