09 octubre 2006

11 septiembre 2006

Últimamente

“Se torturaba buscando el medio de declarársele y, siempre vacilante entre el temor de disgustarla y la vergüenza de ser tan pusilánime, lloraba de desánimo y de deseo. Después tomaba decisiones enérgicas; escribía cartas que rompía, se daba a sí mismo plazos que luego retrasaba. A menudo se ponía en marcha, con la idea de atreverse a todo; pero esta resolución le abandonaba muy pronto en presencia de Emma…”

Gustave Flaubert, Madame Bovary

“… su tez es de un blanco traslúcido, su nariz un poco aguileña, sus ojos tienen la negrura del ébano y… ¡son tan fogosos!... ¡Ah!, amigo mío, es imposible no sentirse atraída por esos ojos… No puedes llegar a imaginar cuántas locuras me han hecho cometer… Si vieras las cejas más bonitas que los coronan… ¡los párpados tan interesantes que los bordean!... Su boca es muy pequeña, sus dientes soberbios, ¡y toda ella exhala tanta frescura!”

Marqués de Sade, Filosofías en el tocador


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La realidad imita a la literatura. La literatura imita a la realidad. La realidad se imita a sí misma. La literatura se imita a sí misma.

El universo sufre de una crisis de identidad.

01 septiembre 2006

Che, la palabra "libérate" es un invento formal del lenguaje, imposible de llevar a la realidad.

¿Vieron?

19 agosto 2006

La carrera de Letras

Faithless, The Wonder Boy says:
yo te paso otra, pero no es mía

Britney ShakeSpears says:
a vergelen

Faithless, The Wonder Boy says:
cada vez que considero
que tu amor es tan ingrato
me meto un dedo en el orto
y lo dejo estar un rato

Britney ShakeSpears says:
!!!!!!
aah hermosa hermosa
representa la angustia del hombre existencial

Faithless, The Wonder Boy says:
eh..... seguro

Faithless, The Wonder Boy says:
y esta otra:

Faithless, The Wonder Boy says:
¿por qué cortaste esa rosa?
¿por qué cortaste esa rosa,
que mi madre tan dulcemente cultivó?

¿por qué cortaste esa rosa?
la puta que te parió

Faithless, The Wonder Boy says:
lírica tangalangesca

Britney ShakeSpears says:
ojojo
encima la madre

Faithless, The Wonder Boy says:

el edipo
la pulsión
el debate entre la separación del hombre y el niño
entre la razón y la fuerza de la carne
el conflicto de clases reflejado en quien despoja y quien es despojado
y la respuesta revolucionaria de quien sufre la pérdida

08 agosto 2006

I'm going to sleep*

*and let this wash it all over me

Que la vida sea un sueño, es una temática abarcada por una cantidad ingente de autores y personajes. Hoy voy a ser uno más de ese montón.
Hay momentos en los que parece una pesadilla, aunque debo confesar que son muy pocos. En este caso, mis quejas oníricas son muy injustificadas. Pero hay situaciones que a mi gusto resultan peores que las pesadillas. Me refiero a ese limbo incierto en el que no sabemos si estamos despiertos o no (viviendo o no), esos momentos donde no sabemos si queremos dejar de dormir, o empezar a soñar. A ambos lados de esta zona vaga se puede permanecer en relativa calma. Pero se hace imposible fijar los pies al suelo mientras se permanece en esta incertidumbre.
Yo no soy de soñar mucho. Hay quienes dicen que uno siempre sueña, por más que uno no lo recuerde. El árbol que cae en un bosque donde nadie lo oye.
Yo no soy de soñar (es decir, de vivir) mucho, pero cuando sueño, me puedo dar el lujo de degustar profundamente ese paseo alucinado. Es una ventaja que poseo por sobre aquellos que sueñan todos los días.
Hay situaciones, y esto es un cliché que no intenta ser disimulado, que no parecen reales, parecen un sueño. Situaciones que son demasiado buenas para ser verdad. Y ante esta disrupción entre lo real y los onírico, se plantea la duda de tienen la misma valencia una sensación material y una sensación imaginaria.
Matrix, sin ir más lejos.
El caso es que para mantener las cosas en un cierto orden que no se sabe muy bien qué pautas respeta, se suele intentar separar a lo verídico de lo ilusorio. Se intenta balancear los acontecimientos a un lado o al otro del limbo del que escribí hace unas líneas.
Uno duda de la realidad de la situación, y pide un pellizco para comprobar que uno no está realmente soñando. Se intenta ordenar las cosas: basta de incertidumbre, la vida es vida, y los sueños son sueños. Y la herramienta patentada para dilucidar estas divisiones es el pellizco.
Y pasaron cosas lindas últimamente. Cosas que merecen haber sido soñadas.
Así que me veo en el tradicional deber de aplicarme un pellizco para ver si son verdad o mentira.

Curso tres materias gordas en la facultad y retomé el estudio del último año de inglés. Eso es un pellizco muy grande, por lo menos para mí.

Hay que ver ahora si todo lo hermoso que pasó fue real, o si fue todo una socarronería del viejo Morfeo.

PD: hoy me voy a dormir temprano, lo que implica que no voy a gozar de esas cosas tan lindas que parecen sueños.

30 julio 2006

Después del secundario I

En el secundario, yo tenía ocho amigos, algunos más cercanos que otros. Algunos amigos amigos, y otros compañeros con los que charlábamos de alguna boludez de vez en cuando (sobre Tangalanga, Todo por dos pesos, algo de música, cine, cosas así).

Agustín, Sebastián, Federico, Daniel, Matías, Iván, Diego Rodríguez y Diego Gallardo.

A algunos los seguí viendo, esa es la parte aburrida del asunto. Lo divertido viene con los que no vi más, con aquellos de los que perdí el rastro. Sobre ellos va a tratar este post, que pretende ser el primero de un grupo de posts (por lo menos tres) que narren las historias de estos muchachos.

Agustín: Las cosas fueron raras en un comienzo. Ser católico le asegura a uno cierto suelo sólido sobre el cual moverse en el día a día. Hay una entidad superior que nos vigila, hay entidades menores a las cuales se les puede pedir protección y consejo. Tiene su onda.
Además, se conoce mucha gente por medio de la religión. Agustín, por ejemplo, conoció a esta chica Agustina (casualidad cósmica, o paja creativa) en uno de sus retiros espirituales. Una chica interesante.
El comienzo de la historia es particularmente llamativo, porque ella estaba en este retiro completando un voto de silencio.
Estas cosas de los retiros espirituales es media rara. Las autoridades son bastante receptivas a la hora de congregar participantes de estos eventos. Uno se presenta a la iglesia que está ofreciendo el retiro (generalmente es un viaje de un par de días a un lugar rural), y ahí mismo te anotan, te dan la lista de cosas que tenés que llevar, y te informan de los horarios de salida, y de regreso. Es un plan simple. Pero su simpleza hace que por sus espacios organizativos en blanco se cuelen ciertos inconvenientes.
Y esta chica, Agustina, era uno de estos inconvenientes que se suelen colar.

Matías: Bueno, con Matías todos nos la veíamos venir. Finalmente se casó con Mariana. No le quedaban muchas opciones, hay que reconocerlo.
Por un lado, porque de dejarla hubiera caído en una penosa soledad. Y hay ciertas personas que necesitan una compañía constantemente, ya sea como compañera, amante o líder. Mariana era más que nada esta última variante de compañía.
Pero bueno, por un lado estaba esta imposibilidad de quedarse solo, y por otra, cierta panza misteriosa que instigó comentarios hostiles de parte de quien posteriormente sería su suegro. Su suegro es grandote, aclaro.
Pero claro, pensar en la inconveniencia de un nacimiento fuera del matrimonio es algo un tanto frugal, considerando que vivimos en el siglo XXI, señoras y señores. Dentro de poco, ya no va a ser necesaria siquiera una aclaración como “señoras y señores”. La destrucción de pretéritas estructuras y dicotomías que comenzó allá por los sesenta a ponerse de moda, nos volverá una especie de continuum. Serán inútiles las distinciones entre hombres y mujeres, disfuncionales las categorizaciones raciales, y ridículas las morales.
Pero andá a explicarle eso al papá de Mariana.

Iván: Sé que Iván estaba haciendo el CBC para psicología. Es más, hace unos días me encontré con la hermana de casualidad en la estación de Morón, y me contó que había dejado, y que estaba trabajando. Voy a tener que usar esa información y ampliarla.
La cuestión es que con las materias básicas de la carrera de Psicología, con lo que ves en el CBC, más o menos, mal que mal, tenés un paneo general de la disciplina. Ayuda bastante tener una materia que se llame “Psicología”.
Es como tener la materia “Vida” en primer grado. Uno la cursa, ve más o menos de qué va la cosa, y si no le interesa lo que está tratándose en clase, se pega un tiro, o se da una sobredosis de aspirinetas, que son las únicas drogas que uno tiene a su alcance a los 6 años.
De modo que Iván, a sus veintiún años estaba frente a la vida, con cierto conocimiento de la psique humana, conocimiento que eventualmente se vería forzado a ampliar. Principalmente por el tipo de trabajo que consiguió:
Iván Moreno fue la atracción principal de un bar clandestino con strippers en Ramos Mejía, entrada solo para mujeres, diez mangos y tenés una consumición. Había una rush hour, no sé puntualmente cuál era, hasta ahí llegó la información que me dio el patova.

Diego Rodríguez: ¿Recuerdan lo que dije sobre esas personas que necesitan de una compañía? Bueno, Diego era una de ellas. Y su compañero resultó ser Julio, otro compañero de mi secundario, de quien no voy a decir nada, recordando las enseñanzas de la abuela de ALF.
Trabajó un tiempo como coordinador de viajes de egresados para una gran empresa de turismo estudiantil cuyo dueño comió en más de una ocasión en la mesa de mis abuelos, por ser amigo de mi tío. Un tipo macanudo.
Como sea, en eso andaba Dieguito. Tarjetas por acá, chamuyos por allá, guiños a colegialas, alguna apretada que terminaba satisfaciendo tanto la fisiología como a la economía personal… así fueron los primeros dos años del Diego en esa agencia.
Adquirió cierto renombre, cierto reconocimiento en las zonas aledañas, ciertos avistamientos por algunas personas que frecuentan esquinas de colegios para ganarse el pan de cada día. Estos sacros mercaderes y Diego no tardaron en cruzar sus caminos, y Diego no tardó en cruzar los caminos de los mercaderes con su trabajo.
Y salió todo MUY mal.

Diego Gallardo: O Gaya, para los amigos. De Gaya escuché rumores de un embarazo a una chica bastante menor a él (por favor recalquen por mi parte el “bastante”). La problemática que se plantea con estos rumores es si se los acepta como válidos, o se los rechaza por su ausencia de sustento material.
Tenía trece años la piba. Y bueno, por el oeste de la Provincia de Buenos Aires nunca faltan las fiestas nocturnas, en la casa de un vecino, en la casa de un primo, en la casa de un amigo, en la casa de un amigo de un amigo, en cualquier lugar. Es cuestión de voluntad propia. Salir y buscar una fiesta.
Y es provincia, vale todo. No todo todo, desde ya, no faltan los códigos, pero hay mucha soltura.
Así que de esta manera se planteó el escenario: cumbia al mango, vino y cosas dando vueltas, nada de drogas pesadas ni químicos heavies, estamos en una fiesta de pendejos de provincia. El poder adquisitivo es limitado.
Y entre grupitos y grupitos, está ahí Gaya, un tipo con el secundario casi terminado, ya grande, y con todas las ventajas sociales que representa eso. Salir con alguien de diecinueve cuando tenés trece, es sí o sí grosso. Por más que salgas con el más ñoño, el más aburrido, el más feo, el más lo que sea, o el menos lo que sea… estás saliendo con uno de diecinueve, eso es suficiente.
Y como TODO el mundo sabe, y Gaya le explica un tanto insistentemente a Gabriela, la primera vez no podés quedar embarazada. Por el himen, bloquea el semen, no hay la menor huella de riesgo.
Si no aflojaba con eso, le iba a decir que no se podía dar SIDA por sexo oral. Y así inventando poéticamente cosas hasta que pudiera poner algunos espermatozoides sobre alguien.
Pero aflojó con la primer poesía.

21 julio 2006

Lelio, sos un zopenco.

Lelio.- ¿De qué tratabais, y qué conversación hemos interrumpido?
Filo.- Preguntábame Escipión qué pensaba yo acerca de cierta aparición de dos soles.
Lelio.- ¡Cómo, Filo! ¿Estamos ya enterados de todo lo que ocurre en nuestras casas o interesa a la República, para investigar lo que acontece en el cielo?
Filo.- ¿Acaso crees que no nos interesa mucho conocer lo que ocurre en nuestra morada, que no es precisamente la que constituyen las paredes de nuestra casa, sino que es tan vasta como el mundo, patria y domicilio que los dioses nos han dado para compartirla con ellos? Además, si ignoramos lo que pasa en los cielos, muchas y grandes cosas quedarían desconocidas para nosotros. Para mí, y a fe mía, para ti también Lelio, y para todos los amantes de la sabiduría, el estudio y la contemplación sola de estas grandes es inmenso goce.

Cicerón, De re publica, siglo I a.C.

Domingo, 11 am.

Aparezco de entre las sábanas transpiradas. Los movimientos son lentos. Bah, no sé si son verdaderamente lentos, o si mi mente está tardando más de lo usual en procesarlos. Después de todo, anoche ciertamente reventé un buen puñado de neuronas. Para eso se inventó la juventud.

A cada brazada, a cada sacudida de mi cuerpo en la cama, despliego un cuadro de olores. Bailan en mis cuatro paredes los aromas del cigarrillo, el sudor, la marihuana, el vino volcado, el vómito de alguien que puede no ser yo. Todo brotando de la campera que aún llevo puesta, brotando de mis sábanas, brotando de mis poros. Exudo la noche del sábado. Transpiro gota a gota los recuerdos borrosos.

Como una curita con la sangre seca, me despego las sábanas y la campera; siento ese ruido a velcro imitado por mi piel pegajosa. Estoy sentado en la cama. Y el reloj al lado.

Son las once de la mañana de un domingo. Puedo haber consumido mi páncreas, dinamitado mi sistema nervioso, pero de todas maneras el organismo no abandona su rutina laboral. Son las once de la mañana de un domingo, y el imbécil de mi organismo me está diciendo que tengo que ir a trabajar, que son las siete de la mañana de cualquier otro día menos el domingo.

O me levanté y prendí un cigarrillo, o prendí un cigarrillo y me levanté. Es irrelevante. Subo el volumen del equipo de música, ya ni me acuerdo qué estaba escuchando la última vez. Que sea algo potente. Algo que me haga poner un pie en este departamento. Algo que me haga sentir poderoso, una canción digna de un momento cumbre en la película de mi domingo a la mañana.

Los Ramones, o los coros del “O Fortuna” de los Carmina Burana de Orff.

Algo así estaba sonando.

16 julio 2006

Qué hace la gente con tiempo libre y poder.

“Diciendo esto, hirió en la mitad de la garganta a Driops, y cayó a sus pies el hombre, y le abandonó él. Luego alcanzó en la rodilla con su lanza al ancho y corpulento Democo Filetórica, y con su fuerte espada arrebatotóle el alma. Y arrojándole sobre Lagogono y Dárdano, hijos de Bias, derribó a ambos de su carro, de una lanzada al uno y de un mandoble al otro.

Y creyendo Troos Alastórida que le perdonaría Aquiles, y no le mataría, y se apoderaría de él vivo, movido de piedad hacia su juventud, corrió a abrazarse a sus rodillas, sin saber el insensato que el Peleida era inexorable y feroz, no dulce ni tierno. Y cuando suplicante abrazaba el troyano sus rodillas, Aquiles le alcanzó con la espada en el hígado, desprendiéndoselo. Negra sangre saltó del cuerpo de Troos y envolvió sus ojos la sombra de la muerte.

Y Aquiles alcanzó de una lanzada a Mulio, atravesándole el cráneo de una oreja a otra, y con su espada de pesada empuñadura, hendió por la mitad la cabeza del Agenórida Ekeclo; y humeó la espada mojada con la sangre, y la negra muerte y la Moria violenta cubrieron los ojos del vencido.

E hirió Aquiles a Deucalión en los nervios del codo, entorpeciéndole con la punta de bronce el brazo; y Deucalión permaneció inmóvil en espera de la muerte. Y Aquiles, de un mandoble, le cortó la cabeza, que cayó con el casco. De las vértebras escapóse la médula, y el tronco se desplomó en el suelo.

Luego Aquiles se arrojó sobre el bravo Rigmo, hijo de Pireo, que había llegado de la fértil Tracia. Y le clavó en el vientre su lanza, y cayó de su carro el hombre. Y cuando Areitoo, compañero de Rigmo, volvía riendas a los caballos, Aquiles le derribó también del carro, asestándole en la espalda una lanzada; y los caballos huyeron desbocados.

Cual vasto incendio que chirría en las gargantas profundas de árida montaña, haciendo arder todo el tupido bosque cuando el viento transporta la llama abrasadora, así corría Aquiles, semejante a un Demón, dando muerte a cuantos perseguía, y la negra tierra se empapaba de sangre.

Como yunta de bueyes mugidores que en redonda era trillasen la cebada, desgranándose bajo sus pezuñas las espigas, así, guiados por el magnánimo Aquiles, los caballos de cascos macizos hollaban cadáveres y escudos. E inundábase el eje del carro con la sangre, y los tableros salpicábanse de gotas de sangre escapadas de las ruedas y los cascos de los caballos. Y se hallaba el Peleida ávido de gloria y tenía bañadas en sangre sus invictas manos.”

Final del Canto XX de La Ilíada.

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La guerra es definitivamente una pelotudez.

06 junio 2006

Normal I

Normal I (Fito Paez)

Un mundo de hadas frente al ataud
un rosario roto sobre la mesa de luz
la llave del piano, la corbata siempre azul
sólo Radicura para el bien de la salud
la licoreria dentro del placard
para ahogar los tiempos que ya nunca vendran
y te miré cuando llegabas al normal...

Uno nunca sabe
uno buscara, lleno de esperanzas
los caminos del azar
uno Normal I siempre volvera
si uno se mirase desde afuera sin piedad...
sin llorar, sin bondad
sin jamas dejarse engañar
sin hablar, sin pensar
sin tocar las flores del mal...

algo llegó a su fin
y no hay caso...
deberia romper la ilusión
no volveré a salir de tu mano
todo pasó por un Marshall...

Cuando el uniforme generaba frenesi...
cuando la bandera idolatraba
cuando la Fernandez se peinaba el peluquin...
cuando no creiamos en nada...
cuando vos cruzabas esas piernas para mi...
cuando simplemente me mojaba...

Ringo ya afinaba el tambor de Let It Be
mientras todo esto se esfumaba...

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Durante una clase de griego antiguo me puse a cantar esta canción en voz baja, y noté la manera en que la métrica acompaña el ritmo del tema. Esa es la esencia de la lírica.
Un poema que desprende musicalidad de un papel mudo.
A continuación les pego la separación rítmica que hice del poema:

Unmun | dode | hadas
frenteal | ata | ud
unro | sario | roto
sobre | lame | sadeluz
lalla | vedel | piano,
lacor | bata | siempreazul
sólo | Radi | cura
parael | biende | lasalud

lali | core | ria
dentro | delpla | card
paraaho | garlos | tiempos

queya | nun | cavendran
ytemiré | cuan | dollegabas
al | normal...

Uno | nunca | sabe
uno | busca | ra,
lleno | dees | peranzas
losca | minos | delazar
uno | Normal | uno
siempre | volvera
siuno | semi | rase
desdea | fuera | sinpiedad...

sinllo | rar,
sinbon | dad
sinja | mas
dejarseen | gañar
sinha | blar,
sinpen | sar
sinto | car
lasflores | delmal...

algo | llegóasu | fin
ynohay | caso...
deberia | romperlai | lusión
no | volveréasalir
detu | mano
todo | pasópor | un | Mar | shall...

Cuando | eluniforme | gene | raba | frenesi...
cuando | labandera | idolatraba
cuando | laFernandez | sepeinabael | peluquin...
cuando | nocreiamos | ennada...
cuando | voscruzabas | esaspiernas | parami...
cuando | simplemente | memojaba...
Ringo | yaafinaba | eltambor | deLetItBe
mientras | todoesto | seesfumaba...

Más allá de comentar las virtudes poéticas de Fito Paez, de su empleo de prolongación de sílabas, sinalefas y cosas por el estilo, quiero remarcar la nostalgia que rodea a todo este poema.
En mi secundario no tuve ninguna profesora Fernandez con problemas de calvicie, ni nadie cruzó sus piernas para mí. Mucho menos fui testigo de la gestación de Let It Be (canción de la que de hecho solo sé cantar el estribillo).
Y sin embargo, con toda la distancia que hay entre este poema y yo, no puedo evitar una invasión de melancolía. Y es que no hay peor nostalgia que la que nace de lo que nunca nos llegó a suceder. A la pérdida de los años dorados de la juventud, se le suma el dolor de no haber podido siquiera perderlos. La incertidumbre de no saber qué se perdió, junto a la certidumbre de que algo se perdió. Pocas cosas me resultan tan tristes.

Nadie cruzó las piernas para mí.

02 junio 2006

Calila e Dimna

Et vi que non es ningunt sabor nin deleite en este mundo que se non torne en desabor et que non sea con dolor. Onde el mundo tal es commo el agua salada, que quanto más el omne beve della tanto más sed mete. Et es tal commo el hueso en que el can falla, que se le quebrantan las enzías et rebienta la sangre, et quanto más roe tanto más sangre le sale. Et es tal commo el milano, que busca la carne et, después que la tiene, ayúntanse las aves a él fasta que gela fazen echar, después que la falla con trabajo. Et es tal commo los sueños del que duerme, que le fazen alegría en soñando el, quando despierta, pierde el sabor porque non falla nada. Es es tal commo el relámpago, que alunbra un poco es vase luego, et queda el que lo atiende en tiniebla.

Messenger con Ferdinand

Faithless, The Wonder Boy dice:
pero uno, no solo no es uno
no es ni siquiera lo que uno recuerda que es
uno no es lo que uno hizo
no es ni siquiera lo que uno recuerda que hizo
uno es lo que otros recuerdan que uno hizo

Faithless, The Wonder Boy dice:
eso podría ser un poema, de no ser una bosta

17 mayo 2006

La correspondencia del Asesino

El vacío se llena con cualquier cosa. Literalmente.
De esta manera, lleno el vacío de este blog con una correspondencia que escribí hoy. Se van a encontrar con refenrecias externas al texto, pero creo que se puede seguir bastante bien la idea sin la necesidad de explicar tediosamente quién es Funes, qué cuadro nos mostró, o de qué conversación se deriva esta carta.

Los entrego ahora a mí mismo:

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Me pareció interesante e inacabado lo que estábamos hablando hoy a la tarde, así que me puse a escribir un poco al respecto. A continuación, siguen las líneas se derivan la conversación.

Particularmente me refiero a una cita que decía algo así como “tengo amigos negros pero tienen el alma blanca”. En base a este comentario recordé la letra de una canción tradicional de Jazz llamada “Black and Blue”, donde el narrador explica sus pesares por ser aislado del grupo debido a su color de piel. Lo particular de esta canción, es que el narrador, si bien se queja de una discriminación hacia su persona, la encara, no desvalorizándola o mostrando su poco peso argumentativo, sino con el deseo de pertenecer al lado favorecido por el régimen discriminatorio. Para trabajar sobre un terreno más sólido, pego la canción:


(What Did I Do To Be So) Black and Blue
Words by Andy Razaf and Music by Thomas "Fats" Waller and Harry Brooks
Copyright ©1929 Santly Brothers, Inc. and renewed by Chappell & Co., Inc.

Verse: Out in the street, shufflin' feet,
Couples passin' two by two,
While here am I, left high and dry,
Black, and 'cause I'm black I'm blue.
Browns and yellers, all have fellers,
Gentlemen prefer them light,
Wish I could fade, can't make the grade,
Nothing but dark days in sight:

Chous 1: Cold, empty bed, Springs hard as lead,
Pains in my head, Feel like old Ned.
What did I do, to be so Black And Blue?
No joys for me, No company,
Even the mouse ran from my house,
All my life through, I've been so Black And Blue.

I'm white inside, It don't help my case
'Cause I can't hide, what is on my face, oh!
I'm so forlorn, Life's just a thorn,
My heart is torn, Why was I born?
What did I do, to be so Black And Blue?

'Cause you're black, Folks think you lack
They laugh at you, And scorn you too,
What did I do, to be so Black And Blue?
When you are near, they laugh and sneer,
Set you aside and you're denied,
What did I do, to be so Black And Blue?

How sad I am, each day I feel worse,
My mark of Ham seems to be a curse!
How will it end? Ain't got a friend,
My only sin Is my skin.
What did I do, to be so Black And Blue?


En base a esto hice referencia esta misma tarde a la última clase de Funes, donde nos hablaba sobre los recursos discursivos como condicionantes de las producciones orales y escritas de todo sector.

La letra de esta canción intenta oponerse a una actitud de discriminación, pero finalmente termina siendo tan partidaria de ella como el más recalcitrante redneck sureño.

¿Y a qué se debe esto? Precisamente a la falta de un discurso propio de los sectores marginados, y a la obligatoriedad del apego al discurso establecido por los sectores dominantes. Construir un discurso que rompa con eso es para mi la revolución en su estado más puro. Claro que esa ruptura nunca se de de pleno. Nunca se da puramente. Siempre se opera progresivamente, arrastrando vestigios de los anterior. Pero esto es formalismo ruso de medio pelo, así que pasemos a otra cosa.

El cambio discursivo que da nuevas herramientas a los sectores marginados por el color de piel en el caso puntual de Estados Unidos, podría presentarse con la aparición del rap, o de las tribus culturales que resalta sus orígenes en los ghettos.

Ya el discurso deja de ser “ser bueno es ser como el otro”, a “ser bueno es ser como yo”, y generalmente se acompaña a esto de “ser malo es ser como el otro”. Pero no por esto las bases entre dominados y dominantes se modifican. Nada más lejos.

Por lo que puedo ver desde el afuera, gracias a la música, los programas de TV que bajo, y demás cosas, el discurso traído por el rap es un discurso a la defensiva, que utiliza lo ofensivo como escudo. Y es que este resaltar las diferencias sociales que supone ser blanco o negro, o latino, o hindú, o lo que sea, no hace más que fortalecer al sector que en determinado momento maneja el poder.

Si yo como integrante de determinada minoría me delimito como tal, oponiéndome a un grupo de poder, y busco diferencias raciales, o de orígenes, sea zonales, o de sangre, o de lo que sea, yo mismo estoy afianzando una diferenciación que nunca va a poder ser borrada. Así, detrás del nacionalismo, o de la lucha por el respeto de determinada raza o religión, o minoría, hay un fortalecimiento del sistema discriminatorio.

Yo nunca, jamás en mi vida voy a respetar a alguien por ser negro. O por ser judío. O por ser extranjero. Jamás. Creo yo, que lo voy a respetar por el simple hecho de ser. O por lo menos es lo que me gustaría creer que creo.

Pero en esto se abre otra problemática. Y es la del respeto al fascista. Y esta es una gran duda que me pesa, creeme. Yo, en mis bases me opongo a la violencia. Pero esto no deja de ser un pensamiento que violenta contra aquellos que no se oponen a la violencia. Este naturaleza combativa de todo pensamiento político es lo que me lleva a ver una imposibilidad de paz entre la gente.

Para eliminar estas diferencias, se me ocurren varias posibilidades.

Una sería crear una sociedad de genios. Una sociedad donde todos sepamos todo, y no haya dudas, y por lo tanto no haya polémicas.

Otra posibilidad sería crear una sociedad de estúpidos. Donde nadie esté seguro absolutamente de nada. Ni siquiera de su imposibilidad de saber algo. Donde toda efusión verbal esté 100% libre de intento de ser considerada verdadera. Una sociedad absurda, en otras palabras.

Ninguna otra sociedad se me presenta como posible sin conflictos.

Una tercera opción se abre en la búsqueda de la desaparición de los conflictos, y es la destrucción espontánea y sincronizada de la humanidad.

Pero las tres opciones que presento son extremas y utópicas (en el sentido del ou topos griego, la ausencia de lugar, puesto que en ninguna de estas sociedades habría una entidad subjetiva como la conocemos, que pudiera apreciar un lugar. Seríamos dioses, u hojas al viento, o cenizas esparcidas.)

Lo que nos queda, viviendo alejados en lo que creo que es un punto equidistante entre las dos primeras opciones, y progresivamente cercano a la tercera, es el conformismo. No hablo de un puro conformismo. Seguramente nos vamos a quejar de las desigualdades, de las injusticias, de los crímenes, etc. Pero eventualmente nos vamos acostumbrando. Acá volvemos al viejo amigo, el formalismo.

Esta sociedad no logra soluciones, logra acuerdos. Y es que una sociedad democrática no puede hacer otra cosa. Está hecha para eso, y es una tarea que (en el supuesto y fantasioso funcionamiento correcto del sistema) se realiza perfectamente según sus normas. En un acuerdo, sin embargo, hay una degradación de los objetivos de las partes participantes. Uno nunca se sale completamente con la suya, pero se conforma sabiendo que el otro tampoco se realizó totalmente.

Es un sistema en donde el que no se conforma, desaparece. Porque no tiene cabida este sistema para el disconforme. Nada puede hacerse, en teoría, sin acuerdo, y ningún acuerdo se puede realizar, como ya dije, sin la conformación de las partes. Un sujeto, o un sector puede patalear, quejarse, llorar y todo lo que quiera. Pero a menos que se acuerde con el sistema, este mismo no puede procesar a dicho sujeto, o a dicho sector.

Los casos que aparentan ser extremos o diferentes, resultan no serlo a fin de cuentas. El suicida, acuerda con el sistema su cese de actividades. Lo acuerda en la manera en que se quita la vida, con los elementos, con el lugar escogido, con las consecuencias de sus actos.

Esta imposibilidad de salirse de los términos que aporta el sistema es la misma con la que se topa el narrador de la canción que pegué arriba. O con la que se encontró el autor del cuadro que nos mostró Funes.

Y esa imposibilidad probablemente nos acompañe hasta el último de nuestros días, cuando finalmente creo que va a pasar algo nuevo. (ya sea una existencia posterior, o una no existencia… aunque quizás la no-existencia ya esté manifiesta… vaya uno a saber… por ahí la existencia es una posibilidad, algo latente. Como este paréntesis final, que bien puede leerse o no. Yo recomendaría lo segundo.)

19 abril 2006

Matando corazones a garrotazos.

El gasto inútil.

De eso habló un teórico llamado Georges Bataille, que pueden o no conocer.

Al caso es lo mismo. Quienes lo hayan leído entenderán algo por este post, quienes no lo hayan hecho, entenderán otra cosa. Da igual, créanme. De todas maneras, un no mal resumen podrían encontrar en un blog amigo (Las opiniones del Rufián Melancólico.).

Lo que siento es cíclico, ya pude ver claramente como funciono. Una ilusión, un golpe, un período de rehabilitación, otra ilusión, otro golpe, otro período de rehabilitación. Así funciono.

Lo cierto es que uso esta circularidad que me caracteriza (otros llamarían a esto ser predecible), para afianzarme del concepto de gasto inútil. ¿De qué manera? De la siguiente.

Con tanto postmodernismo insidiente, tanta no-presencia suelta, tanta depresión en el ambiente, cosas tales como el alma comienzan a perder valores de verdad, y se las archiva en los mismos anaqueles en los que se pone a Dios, a la felicidad y a Federico Klem. Pero tengo una contraofensiva para hacerle a este movimiento de franceses decadentes al que con tanto anhelo me uniría.

El proceso es sencillo. Hay una sola manera de demostrar la existencia de mi alma, de mi corazón, de mi fuente de amor emergente. Y esta manera es la continua destrucción de la misma.

Afortunadamente, como buen terco e imbécil, tropiezo constantemente con la misma piedra. Esto no hace más que facilitar la evidencia del amor. Es decir, el vacío que crea el impacto amoroso es un vacío destinado a una masa de amor que no se manifestó, por el motivo que sea. Es decir, en ese agujero debería ir amor, pero no hay amor. Hay otra cosa, hay un agujero.

No sentir ese agujero, no manifestar ese vacío sería en mí lo mismo que ser un desalmado. Sería apartarme de las leyes comunes de subsistencia del hoy en día. Juan sin su vacío, no sería Juan. Dicho de otra manera, Juan es un vacío rotante. Juan es un ente en movimiento, pero es un ente que se mueve alrededor de una misma figura, a saber, el vacío.

Ya dejaron de importar a Juan las causantes del vacío. Porque ayer fue X, hoy es Y, y mañana vendrá el abecedario entero a causar la sensación de vacuedad. Lo certero, lo estable en este movimiento continuo, es el vacío, es lo no presente.

Ok, es posmodernista, creo.

Lo cierto es esto:

El sujeto en determinado momento siente algo que, por convencionalismo puro, podríamos denominar amor. Entonces el sujeto aferra el amor, lo siente latir entre sus dedos. Y como quien se sumerge en la hoja blanca para consumir su tiempo productivo en ese gasto inútil que es la literatura, el sujeto revienta su amor contra las paredes de la realidad. Y, no pudiendo sentir la vuelta de ese amor, siente un dolor que es quizás la reacción opuesta de la que hablan las leyes de la física.

Y ese dolor lo hace sentir al sujeto la existencia del amor. Es más, le deja profunda la herida de haber sabido lo que es el amor.

Esa, damas y caballeros, es la huella de la ausencia sobre la que predicaba tan melindrosamente Jacques Derridà.

Como dije de Bataille, quienes lo hayan leído entenderán algo por este post, quienes no lo hayan hecho, entenderán otra cosa. Da igual, créanme.


Resumiendo, la expresión debería ser algo así como: “Uy, mirá, tengo sentimientos… vamos a hacerlos mierda”.

15 abril 2006

Un cliché.

El señor Thompson hace nueve años compró una camisa blanca y una corbata azul. Y cada año renovó su vestimenta de la misma manera. La camisa bien blanca, la corbata bien azul.

El señor Thompson hace diez años comenzó a ir a una oficina para trabajar de administrativo. Y cada año defendió su lugar en la escala hegemónica de la empresa. Los subordinados bien dominados, los superiores bien avasallantes.

El señor Thompson hace quince años se puso de novio con su actual mujer. Y cada año intentó ignorar la pauperización de su relación. Las parejas bien ligadas, las extrañas bien distanciadas.

El señor Thomson hace veinte años fue feliz. Y cada año fue olvidándose de cómo sucedió eso. La vida bien gris, el pasado bien enterrado.

10 abril 2006

Ibn Quzmán

Panegírico del visir Abû Ishâq as-Sahlî

Mi vida agoto en fiestas y orgías.
¡Qué suerte! Borracho decidí ser.


Que yo me arrepienta es absurdo,
y quedarme sin vinillo, grave error:
¡VINO, VINO! y déjame de historias,
que me parece locura dejar el libertinaje.

Mis sierva sea libre, mi dinero, del habiz
el día en que yo abandone la copa,
y si me sirven en frasco o botella,
solo el jarrón satisface mi gaznate.

"Ea, por Dios, burlemos a una mujer:
coño tendremos." Dijo él: "Pero sucio."
"¿No os parece preferible a la mierda?
Pues ese es el precio, pagado ya."

Estaba yo sentado, cuando llegó con diadema
una berberisca. ¡Qué hermosa canasta!
Vamos ya, que no es serón de cardos;
mas no la acometas, que no es grañón.

"Señora di: ¿adárgama eres o qué?"
"A dormir vengo, por Dios dices bien".
"Pues andando", dije. Y ella: "Primero tú".
(Cuernos pongamos a su marido.)

Tan pronto vi aquella pierna
y los ojos hermosos, gallardos,
hizo mi pene tienda en los zaragüelles,
formando en la ropa como un pabellón.

En viendo a criatura acostada,
quiso la polla entrar en el nido:
¿cómo podría fallar en aquel peludo?
Aquí dirán todos: "¡Sinvergüenza!"

Empecé, por Dios, el trabajo;
he aquí que sale, hételo que entró;
emujo yo dulce, dulce como la miel,
y eyaculo caliente entre sus piernas.

Pienso que si te miran sin respeto,
ya no cabes en esta ciudad.
¡Qué arte! Como el de Ibn Quzmán
no lo hay, para mí, tan firme.

Esperanza y astro mío esperado,
mi vida y persona amada,
yo deseo, tú eres el deseado,
yo fío, y tu gloria es garantizada.

Abû Ishâq, señor de visires,
belleza del mundo, señor de emires,
tú reviviste la poesía a los poetas,
y resucitaste la enterrada largueza.

Alegre sigas, tu afán alcanzado,
viendo a gloria y a honor acogerte,
mientras se turne lo oscuro con brillo de Luna,
mientras las plantas reverdezcan y se alcen tallos.

Un post de relleno.

Prólogo.

Hoy Juan está confuso. Hoy, esta noche, Juan oscila entre bien y mal. Entre la depresión y el éxtasis. Hoy Juan no sabe para donde disparar, así que dispara hacia el blanco de una pantalla de computadora lista para ser llenada. Dispara hacia un lugar en blanco, que dista en su calificación de identificarse con el sustantivo homónimo. Un blanco, en el sentido balístico de la palabra, es algo que se recorta de un fondo. Es algo a lo que se apunta separándolo del resto de las cosas, que, mientras se está apuntando al blanco, dejan de existir.

El blanco al que yo estoy apuntando con la yema de los dedos es un blanco directamente opuesto al previamente definido. Es un blanco que no se recorta de su entorno. No hay nada en la hoja a lo cual apuntar. Particularmente en la hoja de computadora. El blanco no aparece como objeto diferenciado al que apuntar, sino más bien una no-diferenciación de su entorno. Un blanco, para dificultar las cosas, móvil.

Escriba cuanto escriba esta noche en la que me siento incapaz de encontrar una salida, nunca llegaré, siquiera a alcanzar a ese blanco.

Aprieto “q”, la primera letra del teclado para mis siniestras manos, y el blanco se corre. Me acerco al final de una página, y el autoformato del procesador de texto que estoy empleando empuja mi último párrafo hacia la siguiente hoja, es decir, hacia el siguiente blanco.

En esta persecución de un blanco que no se puede concluir, a pesar de los intentos de todos los que con más o menos derecho nos hemos llamado escritores, intentaré agotar mis dedos y mis tribulaciones.

Pero basta de terminologías postestructuralistas pedantes. Basta de las no-entidades. Ustedes delante suyo tienen estas letras, este escrito que para ustedes es ya finito, aunque para mí todavía no lo es. Por lo tanto, el blanco desplazado deja para sus ojos de ser un blanco, es decir, algo a lo que apuntar. Ustedes ya apuntan a las letras. Ustedes pasan por esta oración apuntando a esta misma oración, mientras que yo paso por aquí intentando atinarle a un vacío que se escurre del otro lado de la barra titilante de escritura.

Así que para concretizar toda esta cháchara laberíntica de blancos y blancos (a no confundir), me impongo un tercer blanco al cual apuntar. Y nada más concreto y mundano como ser la extensión de un texto. Mi blanco será alcanzar esta noche las cinco páginas de escritura, y no ya el blanco. Ya mi blanco no será el blanco, sino este último blanco.

¿Se entiende? Prosigo.

Para lograr las cinco páginas (número arbitrario), voy a proceder de una manera inconexa y en constante fuga.

O sea, lo de siempre, pero esta vez declarado al comienzo.

Hecha esta introducción, no me queda más que dejarlos con las siguientes palabras, para que vean si pude acertar al blanco o si erré*.

*: Aclarado ya está que uno siempre yerra al blanco, así que da lo mismo.

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Prólogo, El.

El prólogo, primer tema sobre el cual hablar.

Es curiosa la aceptación y difusión que ha tenido este espacio de escritura. Si yo fuese un teórico hecho y derecho, me hubiera molestado en averiguar cuales fueron los primeros trabajos prologueados, qué función tenían estos prólogos primigenios, y demás datos genéticos, que nunca vienen mal a la hora de encarar un tema.

Pero lo cierto es que no soy un teórico hecho y derecho.

De hecho (o de derecho… o de hecho y derecho), no soy un teórico, así que puedo operar con mayor tranquilidad.

Entonces, si bien no puedo, o no quiero remontarme al pasado de los prólogos, si puedo caracterizar sus usos actuales, a fuerza de haber recorrido más de un prólogo en mis años de lectura.

El prólogo puede cumplir una serie muy variada de funciones.

Quizás, la más común es la de una introducción al texto inminente. Dicha introducción puede ser del orden temático, es decir, puede describir a grandes rasgos los temas que abordará la parte neurálgica del libro; puede también dar una introducción contextual, abarcando las situaciones en las que se encontraba el autor, o en las que se encontró el texto en sus orígenes, o en algún período de tiempo.

“Introducir” tiene raíces latinas, que creo poder dilucidar con mis muy rústicos conocimientos. Arriesgándome, puedo parafrasear una epistemología que refleja en “introducir”, algo así como “conducir hacia adentro”. Es decir, es una especie de puerta, o si se quiere, un túnel, por el cuál se ingresa para desembocar e determinado momento al texto.

Este “conducir hacia adentro” tan débilmente explicado, y con tantas dudas sostenido, revela la visión que tenemos como lectores del prólogo. Que incluso se revela en la epistemología de “prólogo”, es decir, “lo previo a la palabra”. Encontramos, así, a la palabra (definida, finita, limitada, igual a sí misma), y por otro lado, elementos que se sitúan fuera de la palabra. Elementos como palabras que se diferencian de la palabra, que conforman un texto separado y dominado. Este texto se sitúa, al igual que el título, la firma, el material sobre el que reposan (o se agitan) las letras, permanece ajeno al “adentro” del libro.

Incluso es común y socialmente aceptado saltear estos elementos periféricos a la hora de leer un libro, sin pensar si quiera que hacerlo modifica en algo la lectura del “adentro”.

Uno compra “El juguete rabioso”, de Arlt, por ejemplo, y quiere leer “El jueguete rabioso”. Y acompañando al texto se nos presenta algo separado, ajeno al texto, que es el prólogo. Un prólogo escrito por un Fulano de turno (que al tratarse de Arlt, generalmente se trata de Señores Fulanos, con todo el prestigio que eso representa), que nos lleva de la mano hasta la entrada del parque de diversiones que es el libro en sí.

Pero por otro lado, compramos “Ficciones”, de Borges, y se nos plantea una situación completamente distinta a la anterior. En el prólogo de “Ficciones”, es el propio Borges quien nos “conduce hacia adentro” del texto. Pero nadie en sus cabales osaría a remover ese prólogo y poner otro, por más que se trate, ya no del Señor, si no del Señorísimo Fulano.

¿Y por qué no se le ocurriría a nadie hacerlo? Por la simple razón de que el prólogo de Borges, esa introducción que “conduce hacia adentro”, ya es el adentro. Ya se está leyendo “Ficciones” cuando se lee la introducción a “Ficciones”. Algo interno se presenta como externo para apuntar hacia el interior, es decir para apuntarse a sí mismo. El "prologos" (escritura fonética del griego, "anterior a la palabra") se confunde con el “logos” (palabra).

Imaginemos, para hacer más costumbrista este asunto (y para llenar más rápidamente las cinco páginas), que salimos con alguien especial. Y fijamos como salida ir, por ejemplo, al cine.

Ahora, la salida, la experiencia de la salida, es un continuum que abarca tanto la película vista, como la charla posterior, el nerviosismo del ansia de una declaración que no se dará, la charla previa a la película, donde se dicen cosas tales como “no hay problema con tu demora, yo llegué hace cinco minutos” (mentira, ancestral mentira), y quizás también hasta el llamado telefónico que dio impulso a ver a la película. Recortar entonces la salida con esta persona especial al solo hecho de ver una película deja afuera una cantidad considerable de elementos que conforman la experiencia de la salida.

Como sea, me aburrí de los prólogos. Mejor no perdamos la costumbre y saltemos todo lo que queda por decir acerca de ellos, y pasemos a otro tema.

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El MP3, o la angurria pirata.

A ver, moral aparte.

La experiencia del MP3 tiene repercusiones considerables. De la amplia gamma de sectores que fueron sacudidos por esta tecnología, pienso hablar sobre el que menos sé, que es el musical. Ignoraré (o rozaré sin mayor profundidad) de esta manera aspectos tales como el moral o el mercantil.

A la hora de escuchar un MP3 nuestra experiencia musical es radicalmente distinta a la resultante de la música oído por medios legales.

Esto va más allá de la calidad de compresión. Al respecto, he de decir que hoy en día se pueden lograr compresiones con excelente calidad, ya sea en el común y conocido formato MP3, o en otros formatos. También cabe recordar que esto último no implica en rigor que las compresiones obtenidas sean óptimas. Circulan sin distinguirse de las buenas compresiones, las compresiones viejas, realizadas por gente no instruida plenamente en el asunto o por personas que por X motivos inclinaron la balanza hacia el notablemente menor tamaño, sacrificando por eso, la calidad sonora.

Todo esto se engloba en la esfera de la compresión del MP3, pero sería insuficiente tomar solo a estas variables para considerar la experiencia musical.

Cuando uno baja, compra, u obtiene de la manera que sea una discografía de una banda en MP3, pauperiza dicha obtención. El esfuerzo para conseguir los trabajos completos de casi cualquier banda no van más allá del de una búsqueda más o menos rigurosa, y un lapso brevísimo de tiempo para materializar los resultados de esa búsqueda.

En dos días máximo se tienen la discografía completa de los Rolling Stones, Radiohead, El club del clan, y demás.

Esto, contrapuesto a la búsqueda cuasi-arqueológica del clásico fan, que se sumerge en covachas, reductos y antros para encontrar las ediciones limitadas de un disco que a Bob Dylan se le ocurrió sacar cuando visitó a unos amigos en Tombuctú, reduce la satisfacción del oyente de una manera abismal.

Otro factor actúa en detrimento de la música en MP3. Esta vez se trata del entorno en el que se escucha este formato de música, a saber, mientras se usa la computadora. Generalmente, cuando uno prende la computadora y pone música, no se detiene ahí. Acompaña la experiencia con el uso de otras facilidades de la computadora, sea un navegador de Internet, un juego, un procesador de texto, etc. Y ya focalizando nuestra atención en otra cosa que no sea la música, perdemos muchos detalles de lo que estamos escuchando.

Las consecuencias se reflejan cuando efectivamente escuchamos esa música aislados de toda distracción, y descubrimos en ella detalles que antes no pudimos percibir.

A demás de esta falta de atención casi inherente a la música escuchada via PC, hay que sumar el muy material factor de la calidad de los parlantes de la computadora. Si bien hay muchos que establecen una conexión con sus equipos de música, aquellos que no sabemos pelar un cable sin sacarnos un ojo en el proceso, no podemos hacer más que depender de unos parlantitos que fueron concebidos para muchas cosas, mas no para escuchar System of a Down al máximo volumen.

Pero la verdad, escribir de esto, con toda esta retórica decimonónica, me aburre, y seguramente ya todos pueden deducir las consecuencias de la modificación experimental de la música en MP3, así que me muevo, y conmigo, se mueve mi discurso.

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Cómo hacer dos huevos fritos.

1. Cachá dos huevos de la heladera. Que sean dos marrones, o dos blancos. Si los mezclás, implotás. Yo conozco un pibe al que se le murió toda la familia así.

2. Sacá la sartén y ponela en el fuego con un cachito de aceite. Fijate que no tenga agua, porque si no viene Martín Karadagian y te hace el cortito.

3. Ahora agarrá los huevos.

4. Esos no, los otros.

5. Exacto. Ahora dales unos golpecitos contra la mesada, o si querés tener onda, contra la sartén.

6. Despacio animal.

7. Bueno, volcá los huevos adentro de la sartén.

8. …

9. ¿Le pusiste sal?

10. Ponele.

11. Si se te rompió uno, sos un pelotudo

12. Si se te rompieron los dos, no tenés perdón de Dios.

13. Incliná un cachito la sartén y con una cucharita tirale un poco del aceite caliente sobre las yemas. Tratá de no quemarte.

14. ¿Te quemaste, no?

15. Bueno, por boludo no te digo como seguir. Chau

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La trilogía del enamorado.


Qué siente Juan cuando está con ella (con vos).

Me siento bien, por momentos.

Siento que se facilita todo, que el discurso se libra de todas las trabas.

Siento con ella (con vos), como con nadie más, que puedo despojarme de las máscaras y sentirme cómodo. Siento la posibilidad del desnudo emocional, y me fascina ese sentimiento.

Ojalá sepan qué siento. Porque es hermoso.

Es dejarse ir por entre las corrientes de conversaciones desestructuradas. Es dejar de lado todo el plano del contenido. Es saciarse con saber que ella está (que vos estás) a mi lado.

Ella me debe hablar (vos me debés hablar) de una manera especial. Porque he hablado con otras personas de temas mucho más concernientes a mi persona, y con ninguna me sentí tan atrapado.

Nunca, verdaderamente nunca, me aburrí a su lado. Ella es (vos sos) tan especial… tan errática… tan única.

Imagínense un día de mucho calor.

Mucho de verdad.

El cuerpo pegajoso, gotitas de sudor en la frente, que cuando se las tratan de secar, se funden con las gotas de sudor de las manos. La ropa estampada contra el cuerpo. Se mueven, y parece que se chocan con una pared de calor.

Y ni una puta brisa.

Están fastidiosos, salen de su habitación, donde el ventilador no hace más que tirarles todo el calor junto en la cara, y van a la cocina.

Abren la puerta de la heladera, y hay un cubito.

En toda la heladera, en todo el mundo, en todo ese calor, solo hay un cubito.

Y lo toman entre sus manos y lo pasan por la frente, por el cuello, por el pecho…

Y por zonas, el calor y el fastidio se esfuman.

Aún así, todo el cuerpo nos grita calor, nos recuerda lo poco confortable de la situación.

Pero hay algo dentro nuestro que focaliza todo en el cuadradito cambiante de piel que se esconde abajo del cubito, que es cada vez más chiquito.

Eso es lo que siente Juan cuando está con ella (con vos).


Una sirena.

Después de saludarla, me subo al colectivo.

Es de noche… ocho de la noche, supongamos. Y aunque es otoño, no se siente frío en absoluto.

Fue una tarde maravillosa, como siempre.

Una alegría debería inundarme lo que tengo debajo de la camisa a cuadros, pero pareciera que en esas profundidades solo habita un vacío, donde la palabra alegría solo causa un eco agonizante.

Estoy triste, de verdad.

Y la música que suena en mis oídos no mejora las cosas. Pero está bien que sea así.

“As all things must surely have to end
And great loves will one day have to part”

Seguro sería así. No me atrevo a ponerlo a prueba, pero seguro sería así.

Por la ventanilla de este colectivo cuyo recorrido desconozco, se mezclan las luces de los autos.

¿Vieron cuando ponen la mirada borrosa? Es una experiencia rara… se fija la visión en un plano diferente de lo que se mira, y el objeto mirado parece difuminarse. Eso mismo hago con las luces de los autos.

Y parecen ahora todas una gran luz que baila.

Una lámpara de lava horizontal.

Pero, ¿en qué punto estoy fijando la visión?

La respuesta es obvia: en ella.

La veo detrás de ese mar de luces, y está más hermosa que nunca. Sus pupilas… Dios, sus pupilas… su piel… la luna se repite para tapizar sus brazos… es tan hermosa, señores.

Vuelvo a poner el mismo tema.

Segundo veintitrés:

“As all things must surely have to end
And great loves will one day have to part”

(Rewind)

“As all things must surely have to end
And great loves will one day have to part”

(Rewind)

“As all things must surely have to end
And great loves will one day have to part”

(Rewind)

“As all things must surely have to end
And great loves will one day have to part”

Así hasta que se grabe en lo más hondo. Así hasta que llene lo que está debajo de la camisa para que no haya más eco.

Y afuera siguen rompiendo contra la ventanilla las olas de luces.

Y en la profundidad de ese océano está ella.

Y sinceramente, me gustaría ahogarme.


Disarm you with a smile

Trendían que haberlo visto.

Tendría que haberme visto a mí mismo, porque mi cara debe haberse desarmado por completo.

Eso hizo con esa sonrisa. Me desarmó. Me dejó regado por toda la vereda, por toda esa esquina.

Fue como un impacto fuertísimo directo a la cabeza. Los que sufren de estos golpes, suelen olvidar lo que pasó en los inmediatos instantes anteriores y posteriores. Eso mismo alego yo.

No recuerdo a qué vino esa sonrisa, ni cómo reaccioné al verla.

Solo quedó plasmada en mi memoria ella sonriendo. Con sus ojos entrecerrados, su boca en dulce mueca, su cabeza elevada hacia la mía.

Como una instantánea.

Y yo quedé en esa esquina para siempre. Junté mis propios pedacitos, me fui, volví a mi casa, seguí mi vida, pero quedé para siempre en esa esquina.

Junto a esa sonrisa que me acecha.

De la misma manera acechan las panteras a sus presas.

Un biólogo con brotes de mal poeta debería decir “las panteras acechan a sus presas, cual sonrisa de amada a Juan Manuel Avila”.

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Decepciones.

A un chico se le suelta un globo en Buenos Aires y se le va volando. Le da un tinte extra de decepción, puesto que no es nada fácil encontrar globos inflados con helio en Buenos Aires.

Un puber, 13 años, en un baile en la casa de un amigo. Sentados a cada lado del salón están todas las chicas de un lado, y todos los chicos del otro. Música lenta. Nadie se anima. Él se levanta, se acerca a Valeria y la invita a bailar. “Gracias, pero quiero que me saque Martín”.

Cumple 14 años, y espera una Barbie que sea cantante, como ella no puede ser porque la maestra del colegio le dijo que no tenía buena voz. Llegan los padres a la casa, y el paquete metido en la bolsa de esa casa de ropa no quiere ser abierto. Ya estás grande.

El poema está todo arrugado. Lo lleva en el bolsillo desde hace semanas. Pero hoy sí. Claro que ayer también fue “hoy sí”, pero hoy, hoy sí sí. Las primeras horas se alargan por el sueño, el aburrimiento de matemáticas, la tensión del la espera, la mirada constante sobre el reloj. Recreo. El sudor juvenil ahoga las letras. Un pulso intermitente entrega la carta. “No”.

Bajó la discografía que tanto buscaba. El rock ha sido definido, o por lo menos, facetado por esta banda. Fue un logro encontrarla. Descomprimirla lleva apenas unos instantes. Fake, Palito Ortega.

El hombre espera a que llegue la muchacha. Dios, cómo le costó invitarla a salir. Y ella le dijo que sí. No lo podía creer. A ÉL le dijeron que sí. A él, a quien nadie le había dicho que sí antes, a no ser por monetarias retribuciones. Y así el hombre espera a que llegue la muchacha. Y espera. Y no hace en toda esa tarde nada más que esperar. A la noche llora.

Está acostado mirando la televisión apagada. La barba crecida (para quién cortarla), el cuerpo hediondo (para quién bañarlo). Entre las manos grasosas, un portarretratos sin foto. Quizás una gota que cayó de la canilla mohosa, o un gato que entró por la ventana para comer las sobras lo despabiló. Corre hacia la puerta, mira por la mirilla mientras frenético busca la llave. El pasillo vacío. No va a volver de la tumba, iluso.

Casi ocupados todos los asientos del colectivo. Sube una señorita. Saca el mismo boleto que él. La misma edad, estimativamente. Quizás prefieran la misma música. Quizás prefiera pasar sus ratos libres mirando por la ventana como él. Quizás prefiera pasar unos meses a su lado. Quizás… pero lo cierto es que prefiere sentarse junto a la señora de la segunda fila, y también prefiere bajarse antes que él.

El escritor da lo mejor de sí. Se convence, después de días de encono y meditación sobre esas líneas, considera que es bueno, y se siente satisfecho. “Muy bueno, se parece mucho a un cuento de Cortázar”. Y el tacho de basura se puebla súbitamente.

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Conclusión.

He intentado alcanzar un blanco. Aquel blanco que no era el blanco, sino el blanco definido por las cinco hojas. Es decir, por la ausencia de blanco en cinco hojas consecutivas. Aquel blanco desprovisto de blancos. Ese mismo.

Y desafortunadamente veo que he fallado en mi puntería. La flecha ha volado por sobre aquel blanco y se perdió en el blanco del cielo. No dio en el blanco, sino en el blanco.

Así que aquí tienen el final del post.

Un post fracasado.

Un post aburrido.

Un post innecesariamente largo

Pero un post al fin.

03 abril 2006

Una canción, que es la canción


Muzzle
(The Smashing Pumpkins)

I fear that I am ordinary, just like everyone
To lie here and die among the sorrows
Adrift among the days
For everything I ever said
And everything I’ve ever done is gone and dead

As all things must surely have to end
And great loves will one day have to part
I know that I am meant for this world

My life has been extraordinary
Blessed and cursed and won
Time heals but I’m forever broken
By and by the way...
Have you ever heard the words
I’m singing in these songs?
It’s for the girl I’ve loved all along
Can a taste of love be so wrong

As all things must surely have to end
And great loves will one day have to part
I know that I am meant for this world

And in my mind as I was floating
Far above the clouds
Some children laughed I’d fall for certain
For thinking that I’d last forever

But I knew exactly where I was
And I knew the meaning of it all
And I knew the distance to the sun
And I knew the echo that is love
And I knew the the secrets in your spires
And I knew the emptiness of youth
And I knew the solitude of heart
And I knew the murmurs of the soul
And the world is drawn into your hands
And the world is etched upon your heart
And the world so hard to understand
Is the world you can’t live without
And I knew the silence of the world


Reconforta encontrar estas canciones, para no sentirse tan solo.

29 marzo 2006

Feliz cumpleaños

A ver… en mis veinte años. Allá por los años 2005 y 2006.
Recuerdo que desaprobé dos finales, cosa que era muy relevante para mí en aquel entonces. Quizás la banalidad de esos eventos lo opaque a los ojos contemporáneos, pero para alguien que no hacía de su vida nada más que la persecución de un triunfo académico, fue algo bastante molesto.
Una señorita rompió un pedacito de mi corazón, y a otra no tuve las agallas de informarle mis sentimientos para que pudiera romper los pedacitos restantes.
Renuncié en esos meses que formaron mi vigésimo año a la idea romanticista del amor, aunque quizás no totalmente, para pesar mío.
También perdí la compañía de un diminuto ser que rescaté de la muerte, algo tan insignificante como una mascota. Da vergüenza confesar el dolor que su pérdida me ocasionó.
Renuncié una vez más al proyecto de escritura de una novela.
Forjé y posteriormente abandoné la continuidad de mi primer espacio de escritura en los campos virtuales de la internet. Eso fue todo un acontecimiento. Fue el acercamiento y la patada de rechazo entre la literatura y Juan.

Lo cierto es que algo quedó en el camino.

Finalmente reconocí la carrera infinita de la que participa el ser humano. De que todo triunfo no hace más que erigir un nuevo objetivo. Y que a fin de cuentas, triunfar o perder es una contingencia sin importancia en el gran esquema de nuestras vidas, puesto que en el mejor de los casos tan solo se trata de un cambio de objetivos. Es la llamada “naturaleza inquisitiva del hombre”.
Reconocida la circularidad, la infinitud, la nimiedad, el esfuerzo por satisfacer cualquier deseo se vio aniquilado de fundamentos. Todo se resumió en la pregunta ¿Para qué?
Y aún no puedo responder esa pregunta.
Si me preguntan, es un paso sin marcha atrás. Una vez que se reconoce, o que se encara la cuestión desde esta óptica, ya no hay manera de volver los pasos. Es como el agnosticismo (de hecho, ES EL agnosticismo).

Así terminé mis veinte años.

Pérdidas de tiempo y esfuerzo académico.
Pérdidas amorosas y sentimentales.
Pérdidas literarias.
Pérdidas existenciales.

En resumen, mis veinte años han sido una pérdida de tiempo. Pero tampoco es tan importante… de una manera u otra hay que llenar el tiempo antes de morirse, y mejor pasarlo haciendo nimiedades y superficialidades, así nos vamos acostumbrando al olvido.

26 marzo 2006

Poema malo pero cortito

(la genialidad del título del post se la debo a Sofovic, y a su programa "rompeportones", que me educó en artes humorísticas y felinas en mis dulces y corrompidos 14 años)

Juan


Juan triste
Juan solo
Juan huraño.

Juan cansado
Juan escéptico
Juan nihilista.

Juan luces apagadas
Juan cara contra la almohada
Juan lágrimas saladas.

Juan desesperado
Juan patético
Juan mascarada.

Juan callado
Juan hostigado por el entorno
Juan parlanchín.

Juan escritor
Juan frustrado
Juan silenciado por Juan.

Juan música
Juan imposibilidad
Juan ridículo.

Juan original
Juan circular
Juan repetitivo.

Juan despreciable
Juan asqueroso
Juan aburrido.

Juan superior
Juan imparcial
Juan inferior.

Juan niño prodigio
Juan adolescente marginado
Juan joven depresivo.

Juan adulto mecanizado
Juan mayor avaro
Juan viejo decrépito.

Juan muerte buscada
Juan muerte temida
Juan muerte llegada.

Juan memorias difusas
Juan flashes de recuerdos
Juan olvido.

19 marzo 2006

Un hombre

Un hombre carente de vello y ropas, frente a un abismo.

Un hombre que no encuentra delante de él más que el vacío. Que con sus ojos ve la perdición, y en sus espaldas no encuentra nada que lo rescate.

Un hombre acompañado solo del silencio. De un silencio impenetrable. De un silencio denso. Comparable metonímicamente con la visión de un cielo despejado de nubes. Un silencio azul eterno, donde los oídos nos pueden fijar sus pupilas en otra cosa que en el azul sin profundidad, es decir: en el silencio.

Un hombre, un abismo, un silencio.

Un hombre que, a pesar del silencio, siente que alguien o algo lo empujará al abismo. Y que ese empujón está a cada momento más próximo. Y que el día en que caer no fue una preocupación, está a cada momento más lejano.

Un hombre que sospecha que, de no haber nada más que el silencio, el abismo, y el hombre, solo el hombre mismo puede lanzarlo al abismo. Un hombre que deduce que se empujará al abismo.

Un hombre que tiene ya la mitad de ambos pies flotando en el precipicio. Que está levemente aferrado a la tierra por dos talones que son el epílogo de lo que fue.

Un hombre que siente su fría transpiración caer por su frente, llegando a la mejilla, y uniéndose en el mentón con el torrente de lágrimas.

Un hombre que se siente caer.

Un hombre que cae.

Un hombre que ve al caer, que él mismo se empujó. Que él mismo está a la orilla del abismo, mirando hacia el fondo, perdiendo de vista a quien acaba de empujar.

Un hombre mirando a un hombre.

Un hombre carente de vello y ropas, frente a un abismo.