30 julio 2006

Después del secundario I

En el secundario, yo tenía ocho amigos, algunos más cercanos que otros. Algunos amigos amigos, y otros compañeros con los que charlábamos de alguna boludez de vez en cuando (sobre Tangalanga, Todo por dos pesos, algo de música, cine, cosas así).

Agustín, Sebastián, Federico, Daniel, Matías, Iván, Diego Rodríguez y Diego Gallardo.

A algunos los seguí viendo, esa es la parte aburrida del asunto. Lo divertido viene con los que no vi más, con aquellos de los que perdí el rastro. Sobre ellos va a tratar este post, que pretende ser el primero de un grupo de posts (por lo menos tres) que narren las historias de estos muchachos.

Agustín: Las cosas fueron raras en un comienzo. Ser católico le asegura a uno cierto suelo sólido sobre el cual moverse en el día a día. Hay una entidad superior que nos vigila, hay entidades menores a las cuales se les puede pedir protección y consejo. Tiene su onda.
Además, se conoce mucha gente por medio de la religión. Agustín, por ejemplo, conoció a esta chica Agustina (casualidad cósmica, o paja creativa) en uno de sus retiros espirituales. Una chica interesante.
El comienzo de la historia es particularmente llamativo, porque ella estaba en este retiro completando un voto de silencio.
Estas cosas de los retiros espirituales es media rara. Las autoridades son bastante receptivas a la hora de congregar participantes de estos eventos. Uno se presenta a la iglesia que está ofreciendo el retiro (generalmente es un viaje de un par de días a un lugar rural), y ahí mismo te anotan, te dan la lista de cosas que tenés que llevar, y te informan de los horarios de salida, y de regreso. Es un plan simple. Pero su simpleza hace que por sus espacios organizativos en blanco se cuelen ciertos inconvenientes.
Y esta chica, Agustina, era uno de estos inconvenientes que se suelen colar.

Matías: Bueno, con Matías todos nos la veíamos venir. Finalmente se casó con Mariana. No le quedaban muchas opciones, hay que reconocerlo.
Por un lado, porque de dejarla hubiera caído en una penosa soledad. Y hay ciertas personas que necesitan una compañía constantemente, ya sea como compañera, amante o líder. Mariana era más que nada esta última variante de compañía.
Pero bueno, por un lado estaba esta imposibilidad de quedarse solo, y por otra, cierta panza misteriosa que instigó comentarios hostiles de parte de quien posteriormente sería su suegro. Su suegro es grandote, aclaro.
Pero claro, pensar en la inconveniencia de un nacimiento fuera del matrimonio es algo un tanto frugal, considerando que vivimos en el siglo XXI, señoras y señores. Dentro de poco, ya no va a ser necesaria siquiera una aclaración como “señoras y señores”. La destrucción de pretéritas estructuras y dicotomías que comenzó allá por los sesenta a ponerse de moda, nos volverá una especie de continuum. Serán inútiles las distinciones entre hombres y mujeres, disfuncionales las categorizaciones raciales, y ridículas las morales.
Pero andá a explicarle eso al papá de Mariana.

Iván: Sé que Iván estaba haciendo el CBC para psicología. Es más, hace unos días me encontré con la hermana de casualidad en la estación de Morón, y me contó que había dejado, y que estaba trabajando. Voy a tener que usar esa información y ampliarla.
La cuestión es que con las materias básicas de la carrera de Psicología, con lo que ves en el CBC, más o menos, mal que mal, tenés un paneo general de la disciplina. Ayuda bastante tener una materia que se llame “Psicología”.
Es como tener la materia “Vida” en primer grado. Uno la cursa, ve más o menos de qué va la cosa, y si no le interesa lo que está tratándose en clase, se pega un tiro, o se da una sobredosis de aspirinetas, que son las únicas drogas que uno tiene a su alcance a los 6 años.
De modo que Iván, a sus veintiún años estaba frente a la vida, con cierto conocimiento de la psique humana, conocimiento que eventualmente se vería forzado a ampliar. Principalmente por el tipo de trabajo que consiguió:
Iván Moreno fue la atracción principal de un bar clandestino con strippers en Ramos Mejía, entrada solo para mujeres, diez mangos y tenés una consumición. Había una rush hour, no sé puntualmente cuál era, hasta ahí llegó la información que me dio el patova.

Diego Rodríguez: ¿Recuerdan lo que dije sobre esas personas que necesitan de una compañía? Bueno, Diego era una de ellas. Y su compañero resultó ser Julio, otro compañero de mi secundario, de quien no voy a decir nada, recordando las enseñanzas de la abuela de ALF.
Trabajó un tiempo como coordinador de viajes de egresados para una gran empresa de turismo estudiantil cuyo dueño comió en más de una ocasión en la mesa de mis abuelos, por ser amigo de mi tío. Un tipo macanudo.
Como sea, en eso andaba Dieguito. Tarjetas por acá, chamuyos por allá, guiños a colegialas, alguna apretada que terminaba satisfaciendo tanto la fisiología como a la economía personal… así fueron los primeros dos años del Diego en esa agencia.
Adquirió cierto renombre, cierto reconocimiento en las zonas aledañas, ciertos avistamientos por algunas personas que frecuentan esquinas de colegios para ganarse el pan de cada día. Estos sacros mercaderes y Diego no tardaron en cruzar sus caminos, y Diego no tardó en cruzar los caminos de los mercaderes con su trabajo.
Y salió todo MUY mal.

Diego Gallardo: O Gaya, para los amigos. De Gaya escuché rumores de un embarazo a una chica bastante menor a él (por favor recalquen por mi parte el “bastante”). La problemática que se plantea con estos rumores es si se los acepta como válidos, o se los rechaza por su ausencia de sustento material.
Tenía trece años la piba. Y bueno, por el oeste de la Provincia de Buenos Aires nunca faltan las fiestas nocturnas, en la casa de un vecino, en la casa de un primo, en la casa de un amigo, en la casa de un amigo de un amigo, en cualquier lugar. Es cuestión de voluntad propia. Salir y buscar una fiesta.
Y es provincia, vale todo. No todo todo, desde ya, no faltan los códigos, pero hay mucha soltura.
Así que de esta manera se planteó el escenario: cumbia al mango, vino y cosas dando vueltas, nada de drogas pesadas ni químicos heavies, estamos en una fiesta de pendejos de provincia. El poder adquisitivo es limitado.
Y entre grupitos y grupitos, está ahí Gaya, un tipo con el secundario casi terminado, ya grande, y con todas las ventajas sociales que representa eso. Salir con alguien de diecinueve cuando tenés trece, es sí o sí grosso. Por más que salgas con el más ñoño, el más aburrido, el más feo, el más lo que sea, o el menos lo que sea… estás saliendo con uno de diecinueve, eso es suficiente.
Y como TODO el mundo sabe, y Gaya le explica un tanto insistentemente a Gabriela, la primera vez no podés quedar embarazada. Por el himen, bloquea el semen, no hay la menor huella de riesgo.
Si no aflojaba con eso, le iba a decir que no se podía dar SIDA por sexo oral. Y así inventando poéticamente cosas hasta que pudiera poner algunos espermatozoides sobre alguien.
Pero aflojó con la primer poesía.

6 comentarios:

Ferdinand Mortnais dijo...

un muy lindo "grupo humano"

Anónimo dijo...

juan....una muy buena breve reseña de lo q ha pasado con la vida de alguno de nuestros compañeritos....
lo de gaya es pura verdad...yo lo vi con la cria...!

besos nene!

Huan dijo...

¿Ven? Una vez más queda comprobado que tomar un rumor como dato verídico irrefutable es un curso de acción intachable.

Anónimo dijo...

La realidad, a veces cruel, sigue siempre superando la ficcion... y de eso no me caben dudas...
Pero, igual me asombra... Tal vez por la clase de educacion q tuvieron, o por q como los recuerdo de pequeños no me los imagino en ese tipo de historias.
Para tu tranquilidad (no creo q esto te desvele... si no todo lo contrario) a su modo, deben intentar ser felices... aunq la suerte en el caso de Gaya, no este del todo a su lado.
Espero por mas... pero de chusma nomas....
Una Prima Lejana...

Huan dijo...

Absoultamente NADIE dijo que estas personas fuesen infelices. O sea, dibujé estos acontecimientos, que son eso simplemente: acontecimientos. A ellos nos vamos a daptando, ellos nos van moldeando, o quizás nosostros los moldeemos a ellos.

Pero de ahí a decir que porque alguien tenga un bebé a los 19 años no tiene otra posibilidad que ser infeliz, hay un océano de distancia.

Desearle la infelicidad a alguien es algo muy feo. Creo que lo peor que se puede desear.

Anónimo dijo...

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