16 julio 2006

Qué hace la gente con tiempo libre y poder.

“Diciendo esto, hirió en la mitad de la garganta a Driops, y cayó a sus pies el hombre, y le abandonó él. Luego alcanzó en la rodilla con su lanza al ancho y corpulento Democo Filetórica, y con su fuerte espada arrebatotóle el alma. Y arrojándole sobre Lagogono y Dárdano, hijos de Bias, derribó a ambos de su carro, de una lanzada al uno y de un mandoble al otro.

Y creyendo Troos Alastórida que le perdonaría Aquiles, y no le mataría, y se apoderaría de él vivo, movido de piedad hacia su juventud, corrió a abrazarse a sus rodillas, sin saber el insensato que el Peleida era inexorable y feroz, no dulce ni tierno. Y cuando suplicante abrazaba el troyano sus rodillas, Aquiles le alcanzó con la espada en el hígado, desprendiéndoselo. Negra sangre saltó del cuerpo de Troos y envolvió sus ojos la sombra de la muerte.

Y Aquiles alcanzó de una lanzada a Mulio, atravesándole el cráneo de una oreja a otra, y con su espada de pesada empuñadura, hendió por la mitad la cabeza del Agenórida Ekeclo; y humeó la espada mojada con la sangre, y la negra muerte y la Moria violenta cubrieron los ojos del vencido.

E hirió Aquiles a Deucalión en los nervios del codo, entorpeciéndole con la punta de bronce el brazo; y Deucalión permaneció inmóvil en espera de la muerte. Y Aquiles, de un mandoble, le cortó la cabeza, que cayó con el casco. De las vértebras escapóse la médula, y el tronco se desplomó en el suelo.

Luego Aquiles se arrojó sobre el bravo Rigmo, hijo de Pireo, que había llegado de la fértil Tracia. Y le clavó en el vientre su lanza, y cayó de su carro el hombre. Y cuando Areitoo, compañero de Rigmo, volvía riendas a los caballos, Aquiles le derribó también del carro, asestándole en la espalda una lanzada; y los caballos huyeron desbocados.

Cual vasto incendio que chirría en las gargantas profundas de árida montaña, haciendo arder todo el tupido bosque cuando el viento transporta la llama abrasadora, así corría Aquiles, semejante a un Demón, dando muerte a cuantos perseguía, y la negra tierra se empapaba de sangre.

Como yunta de bueyes mugidores que en redonda era trillasen la cebada, desgranándose bajo sus pezuñas las espigas, así, guiados por el magnánimo Aquiles, los caballos de cascos macizos hollaban cadáveres y escudos. E inundábase el eje del carro con la sangre, y los tableros salpicábanse de gotas de sangre escapadas de las ruedas y los cascos de los caballos. Y se hallaba el Peleida ávido de gloria y tenía bañadas en sangre sus invictas manos.”

Final del Canto XX de La Ilíada.

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La guerra es definitivamente una pelotudez.

7 comentarios:

Ferdinand Mortnais dijo...

yo le cambiaria los nombres raros por jack, bob, albert, joe, willy, etc.



(podés sacar el Word Verification, ya no hay más spam)

Huan dijo...

Che, este blog está cerrado, qué hacen ustedes por acá?

Huan dijo...

Moe: Largo C. Sierra... ¿me oyeron? Largo C. Sierra.

Anónimo dijo...

yo también me pregunto que carajo hago acá....ponele onda billy!!!!!!!
pd..igual te quiero un poquito, solo un poquito.

ajsoifer dijo...

Che, la guerra no es ni en pedo una pelotudez. Es muy seria. Y La Ilíada demuestra que la guerra además es épica y que además es la forma literaria más bella que condensa todas las otras formas literarias. La Ilíada y La Oidesa son junto con el folletín del s.XIX esa caja de Pandora que una vez abierta nos regalaron LA literatura.

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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