03 agosto 2005

Esquizofrenia virtual

Lo que voy a escribir a continuación no es original en ninguna medida. Dudo que los temas antes tratados hayan sido originales, o que lo puedan ser los futuros... pero nunca viene mal aclarar, para evitar desilusiones.
Este tema en particular llamó la atención de todo periodista de medio pelo en la época en que nos invadieron los canales de chat y demás adefesios.
Hablo específicamente de la virtualidad de la identidad.
Pero más que la virtualidad de la identidad, el esfuerzo que implica participar de este tipo de comunicación.
Cuando uno habla con otra persona mediante estos programas, ambos interlocutores saben que hay una barrera imaginaria que debe ser cruzada. El sujeto A tiene que imaginar que detrás de “huracán de pasión latina” se esconde el sujeto B. Del mismo modo, el sujeto B tiene que imaginar que detrás de “aguante la zoofilia y Guillermo Andino” está el sujeto A.
Las cosas se complican y facilitan en dos direcciones opuestas.
Empecemos por la parte fácil. Si los dos sujetos no se conocen previamente a la conversación por chat, no hay necesidad de figurarse un sujeto que se tiene que adaptar a las palabras que produce el ente virtual.
Pero la cosa se complica cuando hablamos de un diálogo con alguien que ya conocíamos antes del chat. Y se complica mucho, porque aquí hay un esfuerzo sobrehumano por unir identidades.
Supongamos que conocemos a Andrés (no pienso ejemplificar con mi propio y gastado nombre). La imagen que tenemos de Andrés está integrada por su discurso, por las memorias que tenemos de él, por la manera en que interactuamos, por las relaciones que nos unen, etc. Ahora, cuando entramos en el mundo cibernético, debemos condensar esos conocimientos y ligarlos a un nuevo sujeto que bien se podría llamar “El matador de Parque Patricios”. Este nuevo sujeto sería una de esas entidades re locas que filósofos postestructuralistas aseverarían que no son iguales a sí mismos. Para mí es “El matador de Parque Patricios”.
Ya fue medio enquilombado llegar hasta este punto. Pero se pone peor.
Supongamos que el muchacho Andrés se siente más liberado en la comodidad de su casa, en donde está libre de otras presiones que modificarían su manera de actuar en el entorno en que lo vemos comúnmente. Por ahí este Andrés tiene más tiempo para pensar sus respuestas, y logra metamorfosearse en un romanticón de alma. O quizás no notamos cosas que en su presencia material nos llaman la atención (rasgos físicos, ticks, etc.).
Todos estos factores hacen que delante nuestro se encuentre alguien completamente diferente a Andrés.
Y aun así, empecinadamente creemos que es él quien nos habla.
Ponemos las manos en el fuego por la veracidad del universo de la comunicación. Y nos quemamos, solo que en una llama que no produce calor ni luz.
La lógica tradicional ha quedado desplazada... somos niños crédulos, prestos a ser engañados.
Por otro lado, cabe la posibilidad de que estemos siendo engañados en este momento. Pero nos es imposible dejar de creer.
Dios ha muerto y a reencarnado en los medios de información y comunicación.
Lo tenés ahí, en el celular... en el messenger... en la tele...
Falta muy poco para que empecemos a erguirle altares de sacrificio (o quizás ya las hemos construido hace lustros).

6 comentarios:

Mery dijo...

Mientras tecleas una frase o mandas un mensaje al móvil, estás superando esa barrera invisible que te impide decirle a la otra persona lo que realemte querrías decirle en otras tantas ocasiones. Es la maldición del siglo XXI: tener que utilizar ondas y aparatos electricos para ser sincero con la gente.

Ferdinand Mortnais dijo...

No creo que la esquizofrenia sea unicamente "virtual", es imposible mostrarse tal cual se es porque no se es de única forma. Uno asume personalidades, papeles, incluso muecas de acuerdo al ámbito, a la gente con la que se relaciona, a la idea que el otro tiene de uno. Por lo que somos, en realidad, un conglomerado de falsos rostros, uno para fulano, otro para mengana, otro en la facultad (en tal materia uno, en tal otra, otro), otro para nuestra familia (uno para tu hermano, otro para tu prima...)y asi, ad infinitum.

Anónimo dijo...

siempre lo mismo juan....me quedo pensando....¿uno es "uno" o "muchos"? ¿o sera que mediante estos medios se eliminan las barreras que uno siempre quiere cruzar y no se anima?....prefiero pensar lo segundo....
una confesion: yo siempre tengo miedo de ser dos.....

Huan dijo...

La multiplicidad del ego es algo que realmente me ha apasionado desde que me he topado con esa idea.

Lo más loco del asunto es que uno ni siquiera es lo que recuerda de uno mismo. Uno es lo que los otros recuerdan de uno.

O sea que hay tantos yo (juan) como personas me conocen, e incluso podría decir que cumplo un papel en la vida de los que no me han visto o escuchado. Para ellos formo parte de lo que denominan "desconocidos".

henry dijo...

Menem lo hizo.


Volvé turco!

Anónimo dijo...

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