09 septiembre 2005

El contemplador I

Siempre que la vorágine cotidiana me suelta del brazo, me doy la libertad de observar pequeñas cosas, cosas en las que otros no se fijan. Desde chico.
Nada complicado. No me creo superior a los demás… no creo que sea un ente especial hecho para contemplar lo que los demás pasan por alto por ignorantes.
Simplemente dedico esos hiatos a contemplar detalles insignificantes, en el más puro uso del término insignificante.
Un tanto retrógrado y fantasioso, imagino que ese granito de sal está esperando a que alguien repare en él. Que ese pastito que sobresale de entre un par cualquiera de adoquines está ansioso por un contacto visual.
Y les doy el gusto.
Los miro. Los observo lentamente. Los describo en vos baja… a veces hasta imagino cómo llegaron allí.
Y estas acciones me ayudan bastante, debo decir. Corrigiendo lo que escribí en las primeras líneas de este post, al detenerme delante de estas nimiedades, me siento único. El único que se paró a ver esa hojita que cayó dentro del charco de una calle como cualquier otra.
El único que siguió con los dedos los lados de una piedrita pateada por algún desconocido.

Alrededor, el mundo reinicia sus vueltas infinitas y voraces. Se alimenta de nosotros, de lo que no vemos. De lo que quita de nuestras visiones con esa herramienta silenciosa y somnífera, que es la rutina.
Yendo hacia ninguna parte.
Pensando en algo banal.
Repentinamente, me encuentro con algún objeto insignificante… quizás alguno de ustedes.
Y volvemos a ser personas, y no números.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Esos detalles son los que me traen de vuelta a la tierra cuando estoy muy ocupada pensando en mi misma. Ciertos aromas y ciertos sonidos me producen el mismo efecto.

Mery dijo...

Me sorprendió leer una de mis manías favoritas...

henry dijo...

"Sometimes there's so much beauty in the world I feel like I can't take it, like my heart's going to cave in. "


andaaaaaaaa

Huan dijo...

Me cachó en buena ley, Mr Henry...

... igual es una manía que tengo desde siempre. Cuando tenía gimnasia en el colegio, me iba lejos de las profesoras, buscaba una hormiga, y la seguí hasta que tocaban el silbato anunciando el final de la hora.